Primitivos aborígenes de nuestro tiempo creyeron que los soldados norteamericanos eran deidades.
¿Ocurrió lo mismo hace milenios con “los dioses que llegaron de las estrellas”?
¿Cómo reacciona una mente primitiva ante la manifestación de una tecnología superior?
¿Es posible que la humanidad deba algunas de sus actuales creencias religiosas y mitos y leyendas a antiquísimas “confrontaciones culturales” con astronautas extraterrestres acaecidas en el remoto pasado?
¿Contamos con verdaderas pautas de comportamiento que nos permitan, por analogía, arribar a conclusiones con un índice de probabilidad aceptable? En otras palabras: ¿cómo juzgar la actitud de nuestros antepasados frente al desusado comportamiento de visitantes exóticos? ¿Son el temor y la curiosidad, y finalmente la veneración, consecuencias lógicas propias de una mentalidad primitiva apabullada por los logros tecnológicos de una civilización superior?
Según se desprende de la hipótesis del Antiguo Astronauta, que postula la posibilidad de una pretérita visita de seres extraterrestres a la Tierra, el surgimiento de los dioses en el mundo primitivo responde a la inimaginable noción de “viajeros espaciales” . En consecuencia, los mitos y leyendas, y algunas religiones, vendrían a ser “informes” poéticamente ornamentados que encierran realidades fascinantes.
¿Damos con esto crédito a una idea baldía? No necesariamente, y mucho menos partiendo de un razonamiento analógico. Simple lógica inductiva.
En rigor, aunque las evidencias a favor de tales visitas extraterrestres puedan no ser hasta ahora concluyentes, sino meramente circunstanciales, la presunción es suficiente en este caso como para señalar la obligación de tomarla en consideración. No olvidemos que a lo largo de la historia fueron las “especulaciones atrevidas” de algunos “visionarios” los verdaderos motores de la evolución científica…
Desde luego, no se trata de hacer aquí “doctrina extraterrestre”, para decirlo de algún modo, sino simplemente rescatar del olvido y la ignorancia un cúmulo de indicios válidos en apoyo de otras argumentaciones que permitan un debate abierto y sin preconceptos acerca de nuestro muy lejano pasado. Porque, en realidad, ¿cuántas verdades de hoy han sido “ideas imposibles” de ayer?
No obstante, conviene en este terreno caminar con “pie de plomo”, porque como bien reza un antiguo proverbio chino: “El que espera a un jinete debe cuidarse muy bien de no confundir el ruido de las pezuñas del caballo con los latidos de su propio corazón”. Así que, siendo plenamente conscientes del riesgo que implica la “dosis de subjetividad” que impregna, humanamente, toda interpretación, debemos esforzarnos en pos de la objetividad de nuestra sana razón para saber reconocer ese “ ruido de las pezuñas ”…y no suponer alegremente que todo metal que brilla es oro para nuestro cofre.
Y es con eso en mente que nos preguntamos: ¿qué mejor forma hay para interpretar correctamente el funcionamiento de una mentalidad primitiva que valernos de ejemplos concretos, y hoy verificables, de tal funcionamiento? Sin duda, nada hay más adecuado a los efectos probatorios que lo que los ejemplos de hoy aplicados al ayer nos permiten deducir comparativamente; esto es: comportamientos típicos donde la mente primitiva da pronta cabida a lo ritual cuando su umbral de comprensión es abruptamente superado por circunstancias ajenas a su entorno habitual .
Culto-Cargo
“Cargo” es una expresión inglesa que se utiliza para designar la mercancía, flete o cargamento de un buque o avión. Es decir, nada que en principio le parezca a uno relacionado con lo ritual; y sin embargo lo está.
Como han descubierto los antropólogos en apartados rincones del mundo, esto es en Australia así como en las regiones insulares de Melanesia y Micronesia, existen aún hoy tribus primitivas cuyo estadio cultural corresponde al de la Edad de Piedra. Muchas de tales tribus tuvieron su primera “confrontación cultural” con el hombre blanco en tiempos de guerra mundial, cuando sus “paraísos vírgenes” fueron invadidos por las tropas de ocupación, lo cual dio origen a un conjunto de creencias nativas que en la literatura especializada se conoce como “Culto-Cargo” o bien “culto al cargo”.
¿Quiénes eran esos extraños seres que venían del cielo montando “enormes pájaros tonantes”?, se preguntaban los desprevenidos nativos. ¿Qué eran y de dónde provenían esos raros objetos que los recién llegados les obsequiaban a manos llenas? Latas de conserva, gafas de sol, linternas y todo aquel componente del “cargo” constituían para la excitada población tribal una fabulosa riqueza nunca antes vista. ¡Objetos maravillosos llegados del cielo! Y en consecuencia, la tribu delibera: los hombres venidos del cielo visten todos de igual manera y realizan misteriosas actividades; corren, gritan, y otras veces dibujan signos…y hasta se sientan frente a unas cajas de las que salen voces y ruidos…Luego, los jefes tribales conciben una respuesta al enigma: todo esto se trata de ritos mágicos mediante los cuales los extraños visitantes obtienen del cielo sus riquezas (el “cargo”). ¿Qué debían hacer ellos entonces para recibir de los dioses del cielo más “cargo” y aumentar así sus riquezas? ¿Acaso imitando esas mismas acciones…? ¡Eureka!
Por consiguiente, los aborígenes pusieron “manos a la obra”. Pintaron sus cuerpos intentando “vestirse” como los soldados. Se apiñaron en “correrías de entrenamiento” cargando enormes “fusiles” hechos de bambú . Construyeron “cajas parlantes” con madera y latas de conserva (imitando las estaciones radio-transmisoras), y con lodo, paja y lianas ¡se fabricaron sus propios aviones!
Los papúes de Nueva Guinea, los kukukukus, los naturales del archipiélago de Bismarck y los de las Nuevas Hébridas; todos sin excepción imitaron los “ritos mágicos” en espera del “cargo”. Y claro es que el tan ansiado “cargo” nunca volvió a aparecer tras la partida de los soldados. Sin embargo, la Tradición, la enseñanza de ritos, logró perpetuar la “esperanza de un futuro regreso”. De ese modo, el deseo de congraciarse con los dioses/soldados originó en estos lugares nuevas religiones donde ese “maná celestial” que significaba el “cargo” fue tan real para los aborígenes como lo era aquel manjar alimenticio para las tribus de Israel.
En este sentido, un interesante ejemplo sobre el razonamiento de la mente primitiva ante una visita exótica fue recogido por mi amigo Ulrich Dopatka en su artículo “Cargo-Kulte: Vorgestern-heute-gestern” , donde leemos:
“Cuando los primeros etnólogos llegaron en helicóptero al pueblo de los Tasaday, en Filipinas, una anciana cayó de rodillas y se cubrió la cara. Otros nativos fijaron la vista en el celestial vehículo desde una prudente distancia. Luego del primer renuente contacto, los científicos “contrabandearon” una grabadora dentro de la cueva de una familia tasaday. Las conversaciones grabadas en la “cosa que roba la voz”, como los tasaday más tarde llamaron a la máquina, revelaron que los nativos habían estado profundizando con respecto al “Gran Pájaro”, el cual les había traído varios objetos preciosos. Los nativos razonaban que si se congraciaban con los “habitantes del Gran Pájaro” ellos podrían darles más presentes.”
Cabe acotar que, al igual que las tribus antes mencionadas, los tasaday desarrollaban su vida como en plena prehistoria. Fueron descubiertos en junio de 1971 por el antropólogo Manuel Elizalde, siendo por ese entonces poco más de cien personas que habitaban la provincia de Cotobato, en la isla de Mindanao, desconociendo los metales y la ganadería, y careciendo por completo de capacidad para curar a sus enfermos. En consecuencia, la actitud de estos individuos frente a una tecnología superior avala (como en los casos anteriores) la existencia de una pauta de comportamiento sobre la que venimos preguntándonos desde un inicio. Es decir, ante esto, que los dioses de antaño bien pueden haber sido también la “mala interpretación” de una realidad incomprendida . Por lo tanto: ¿pueden acaso haber derivado los mitos milenarios, las leyendas y algunas religiones de cultos a “dioses de carne y hueso”? Para responder, no hará falta especular ni buscar ejemplos empolvados por los siglos…
Un dios llamado John Frum
Un acabado informe del Dr. K. Muller con referencia a los descubrimientos realizados por antropólogos sobre el extraño comportamiento de tribus primitivas, con una cultura de la Edad de Piedra, en Nueva Zelanda y Australia, es recogido por el Dr. Luis E. Navía en su libro “Uniere wiege steht im Cosmos” (Nuestra cuna se encuentra en el Cosmos) y sirve para confirmar nuestras sospechas.
Si bien, como vimos, tales tribus primitivas celebraban rituales que incluían toscos remedos de aviones hechos con paja, barro y lianas, tal fenómeno se vio “agudizado” en la isla de Tanna (Melanesia) donde la posibilidad de que el encuentro de una cultura de estadio primitivo con otra de avanzada tecnología pudiera derivar en una nueva religión se concretó en toda su dramática realidad.
La divinidad objeto de culto se llama “John Frumm”.
Como cabe a todo “dios” que se precie, John Frumm no había escapado a las generalidades que signan la conducta de sus “colegas” de otros tiempos. Había llegado del cielo montando un poderoso y gigantesco pájaro que al volar rugía como el trueno , proveniente de una lejana tierra llamada “USA”. Conocedor de los secretos de la Naturaleza y de la vida, el “dios Frumm” les había instruido en ciertos temas y había demostrado su “poder” curando a algunos nativos enfermos. Además, generoso como ninguno, les había obsequiado toda clase de preciosos objetos nunca vistos antes...monedas, billetes, un casco, etc. El jefe tribal recibió incluso una foto que mostraba al “dios John Frumm” vestido con su uniforme militar.
Pero un día John Frumm debió partir de regreso a su lejana patria, prometiéndoles antes a los ancianos de la tribu que retornaría a la isla de Tanna en un futuro...
Sin embargo, el tiempo pasó y Frumm nunca volvió.
Años más tarde, cuando otros occidentales arribaron a Tanna fueron testigos de la veneración de todo un pueblo hacia su dios ausente. Los nativos llevaban pintadas en sus pechos y espaldas las iniciales USA, y no cesaban de rogar a los nuevos visitantes que intercedieran ante John Frumm para que regresara con ellos, pues habían renunciado ya a los “pecados” que le enojaban.
De marino norteamericano a dios de una tribu primitiva, la historia de aquel hombre de uniforme que posa en la foto que está ahora en poder del jefe nativo reconoce innumerables paralelismos en las más diversas religiones. Poco importa determinar con exactitud la identidad de Frumm, pues como bien sostiene el Dr. Navía refiriéndose a la foto: “...puede representar a cualquiera de los millones de americanos vivos o muertos”.
¿Es la de John Frumm una historia que se viene repitiendo desde hace milenios?
“Esos son los rusos”
El célebre escritor ruso Máximo Gorki dijo : “Nada en absoluto es fabuloso en el mundo. Todo cuanto parece mágico, tiene en realidad un fundamento absolutamente verdadero.”
De hecho, las palabras de Gorki no podrían ser más adecuadas si ante nuestro imaginario requerimiento le hubiésemos comprometido a arriesgar una opinión sobre la influencia que sus compatriotas habrían de ejercer, a causa del desarrollo de su tecnología espacial, sobre una primitiva tribu venezolana de nuestro tiempo, según nos enteramos por el interesante trabajo de Ulrich Dopatka antes citado. Leemos: “La etnóloga venezolana Sra. L. Barcelo ha reportado un notable ejemplo de cómo cobran fuerza los mitos modernos. De acuerdo a la tradición, los Pemon, una tribu que habita la Gran Sabana de Venezuela, fue introducida a su cultura por un dios llamado “Chiricavai”, quien retornó a las estrellas luego de su visita a la Tierra . Él prometió regresar con los Pemon algún día. Estudiando recientes dibujos de los indios pemon, la Sra. Barceló descubrió con sorpresa que los nativos habían incluido un extraño objeto en la esfera de su dios Chiricavai , un objeto que no se encontraba en las antiguas pinturas. Cuando ella le solicitó al gran sacerdote de la tribu una explicación, él le respondió lacónicamente: “ esos son los rusos ”.”
¿Por qué los Pemon habían comenzado a incluir un símbolo para los rusos en el entorno celestial de su dios? Según nos lo explica Ulrich Dopataka: “Un miembro de la tribu se había enterado de algún modo que los rusos habían puesto en órbita un vehículo celestial – un satélite – en el Universo. Así, los Pemon concluyeron que los rusos podrían ayudarlos a comunicarse con su antiguo dios Chiricavai . En consecuencia, los miembros de la tribu escribieron una carta a los rusos, la cual fue dada a un misionero para su entrega, con un mensaje para su dios Chiricavai.”
Sin duda, este breve testimonio habla a las claras de cierto inicio de la expresión simbólica como respuesta directa ante una manifestación de avanzada tecnología. Es decir, algo real y muy concreto. Así pues, más allá de lo curioso que pueda a alguno parecerle la actitud de los Pemon, los Tasaday, los Papúes, o de cualquiera de las contemporáneas “tribus primitivas” aquí mencionadas, queda muy en claro que el “factor fantasía” puede ser, al menos en algunos casos, dejado de lado a la hora de buscar una explicación para la miríada de dioses celestiales que signaron la vida del hombre en el pasado.
¡Un símbolo nuevo y extraño resultó ser ni más ni menos que un satélite ruso! Ninguna prueba concluyente por supuesto, pero sí algo bastante llamativo como para pensar en un indicio vehemente…
¿Dioses tecnológicos?
El culto al “cargo” nos enfrenta a una realidad contemporánea que muy posiblemente puede ser retrospectiva. Quienquiera puede negarse a aceptarlo, pero eso no hace ninguna diferencia. Ni lo real ni lo posible se modificará por ello. Lo cierto e indiscutible es que hoy nosotros somos “los dioses” para un número de aborígenes que mucho se parecen a nuestros más remotos antepasados .
Nuestro “poder” no es mágico sino tecnológico. Y nosotros sabemos que eso es real. No somos el producto de la imaginación de tribus primitivas. En todo caso, somos para ellos ni más ni menos que lo que su umbral de comprensión les permite interpretar . Y por consiguiente representamos lo mismo que aquellos dioses venidos de las estrellas hace milenios… ¿Dioses tecnológicos?
Después de la Segunda Guerra Mundial los antropólogos descubrieron que una religión inusual se había convertido entre los isleños del Pacífico del sur. Fue orientada alrededor del concepto del cargo que los isleños percibieron como la fuente de la abundancia y de la energía del Eurpopeans y de los americanos. Esta religión, conocida como el culto del cargo, sostuvo que si las ceremonias apropiadas fueran realizadas los envíos de riquezas serían enviados de un cierto lugar divino. Era toda muy lógica a los isleños. Los isleños trabajaron difícilmente pero eran pobres mientras que los europeos y los americanos no trabajaron sino que por el contrario escribieron cosas abajo en el papel y a su debido tiempo llegaría un envío de cosas maravillosas.
Los miembros del culto del cargo construyeron las reproducciones de aeropuertos y los aeroplanos fuera de las ramitas y de los ramas e hicieron los sonidos asociados a los aeroplanos para intentar activar el envío del cargo.
Aunque la existencia del culto del cargo solamente se sabía después de la Segunda Guerra Mundial el culto se había convertido mucho antes cuando los europeos primero llegaron en el área en naves. Había leyendas entre los isleños de su antepasado-dios de la distancia que viajaba al oeste y prometido para volver algún día. El oeste fue pensado para ser la tierra de los muertos.
Cuando el portugués y el holandés entraron en el área del Pacífico del sur vinieron del oeste y eran pálidos pelados apenas pues los isleños contaban con a gente que viene de la tierra de los muertos ser. Los europeos del tiempo también no trabajaron solamente los mensajes enviados que condujeron a la llegada de cosas maravillosas como cargos de las naves.
En un cierto punto la noción desarrollada entre los miembros del culto del cargo que los cargos eran enviados para ellos por sus antepasados muertos largos pero esos cargos era interceptada por los europeos. Esta idea fue confirmada de la manera posible más fuerte para un isleño durante la Segunda Guerra Mundial. Su nombre era Bateri y él había aprendido leer y escribir alguno. Un día él entró la oficina del poste militar y la sierra apilada encima de las cajas etiquetó las baterías.
Además de ceremonias en las reproducciones de aeropuertos en la selva había otro tipo interesante de ceremonia. Los isleños construirían una choza en el bosque y los cultees traerían el dinero y lo dejarían en la choza en la expectativa que crecería. Las reproducciones de carteras serían utilizadas alguna vez para sostener el dinero. Desafortunadamente el dinero sería robado a menudo de estos bancos de la selva que salen los isleños de más pobre uniforme que él estaba antes.
El culto del cargo tenía un nombre para el deity en cielo. Le llamaron Juan Fromm. No es cierto cómo se presentó este nombre pero absolutamente posiblemente él los soldados americanos que se identificaban por su lugar del origen: es decir, soy Juan de Indiana o soy Juan de Minneapolis. Un cierto negocio listo comenzó productos de la comercialización bajo el nombre de Juan Fromm. Por ejemplo, las barras del jabón fueron etiquetadas jabón de Juan Fromm. Cuando era una opción entre el jabón ordinario y el jabón del dios ninguna competencia; estaba claro que uno le conseguiría divinamente limpio.
Porque el culto del cargo divirtió a gente de productivo y las actividades de recompensa fue desalentado por las autoridades. En Nueva Guinea las autoridades australianas alistaron la ayuda del hijo de un guerrero famoso para desalentar el culto del cargo. Él era eficaz y pues una recompensa los australianos le dio un viaje a Sydney. Mientras que en Sydney este hombre visitó un museo antropológico. Allí él vio los objetos sagrados del culto de su gente en la exhibición. Cuando el hombre vuelto a Nueva Guinea él separó la palabra que la fuente de la energía de los australianos era que habían robado el arte sagrado de su gente y habían construido un templo para contenerlo. Un nuevo culto desarrollado alrededor de esta idea.
Con el nombre de cultos cargo se conoce a un conjunto de movimientos religiosos poco ortodoxos que aparecieron entre varias tribus de Australia y Melanesia —especialmente en Nueva Guinea— tras su contacto con el mundo occidental. El corazón de los cultos cargo es la creencia en que las manufacturas occidentales —el cargo— que llegaron a las islas eran en realidad una creación de espíritus divinos, destinadas para beneficio de los nativos. El control de estos bienes, de acuerdo con la creencia, había quedado bajo el control de los blancos. El cargo es entendido un reconocimiento de los ancestros al comportamiento de los nativos. Por ello, uno de los rasgos principales de los cultos cargo es la esperanza en que los ancestros vendrán alguna vez a entregar a la comunidad de creyentes bienes de mucho más valor. En algunas islas, como Tanna (Vanuatu), los miembros del culto cargo local creen que los estadounidenses son los portadores del cargo.
Cargo cult es una terminología utilizada para describir una serie de manifestaciones religiosas que ocurrieron en el Mar de Arafura al Noreste de Australia. Estos cultos manifestaban la creencia de que los bienes occidentales (’carco’) habían sido creados para ellos por sus espíritus ancestrales, y que el hombre blanco de una forma tramposa se los había adueñado. Estos Cultos del cargo procedieron a purificar sus comunidades con lo que ellos percibían como una conducta occidental, asumiendo que con este tipo de conductas los bienes llegarían. El ejemplo más famoso de este comportamiento son pistas para aviones, aeropuertos y radios hechos con cocos, pasto y otros materiales de la jungla, construidos bajo la creencia de que aviones cargueros llegarían a ellos si se construían.
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