Como es posible que una religión que supuestamente sufrió persecuciones, después el cristianismo se encargara de torturar, matar, despojar de bienes a cualquier persona que no fuese de acuerdo con el canon cristiano, porque son tan intolerantes porque fueron tan intolerantes será verdad que el cristianismo sufrió persecución o es mentira, los cristiano dicen que los musulmanes son lo peor porque matan y torturaran a cualquier otra persona que no sea musulmanes pero y acaso los cristianos no realizaron los mismo actos siglos atrás y los judíos si lees el antiguo testamento los primeros libros es tal la intolerancia de los israelitas con otros pueblos que los mataban, hoy en dia lo siguen asiendo solo que ya no matan físicamente si no que te matan socialemente.
Persecuciones romanas contra los cristianos, por Soliman El-Azir
1. Nerón.
Como ya he dicho muchas veces, los mitos son persistentes.
Antes de nada, habría que hacer una breve introducción acerca de la situación de los primeros cristianos. Si creemos la tradición cristiana, los primeros cristianos eran objeto de persecución en el Imperio. Esto les obligaba a usar códigos secretos (como el símbolo del pez) y a ocultarse en las catacumbas para celebrar sus ritos. Las razones de esta persecución suelen justificarse por una oposición al poder y por propagar valores contrarios a la “decadencia moral romana”. Nada más lejos de la realidad.
La historiografía, y en esta incluyo las fuentes cristianas, no confirman en absoluto una persecución de los valores cristianos. Lo que si se atestigua es el franco antisemitismo de los romanos, y el hecho es que a los ojos romanos los cristianos no se diferenciaban de los judíos. Dos factores más hacen que los cristianos fueran molestos. El primero, la tendencia de la clase imperial a basar su poder en la divinización del emperador, lo que creaba un conflicto frente a las religiones monoteístas. El segundo, que a la ideología romana no gustaban los ritos mistéricos, ya que consideraba que la religión era un bien público. En este sentido, hay que recordar el senadoconsulto De Bachanalibus (s. II a.C.), que provocó una matanza de dionisíacos mucho más cruenta que las primeras persecuciones a los cristianos.
No hay fuentes que registren cuántos cristianos murieron en la represión neroniana, pero si se puede constatar que sólo unos meses después del gran incendio los cristianos no hacían esfuerzos por ocultarse. Tácito habla de que Nerón arrestó “a una muchedumbre”, y se refocila narrando los tormentos (personas encendidas como teas, entregadas a las fieras o crucificadas). No hay que olvidar que Tácito despreciaba a los cristianos no por su supuesta superioridad moral, sino por considerarlos culpables de infanticidio ritual e incesto. Nerón no insistió en la persecución porque no estaba interesado. Se trataba únicamente de una maniobra para calmar a la población.
¿Hasta donde llegó pues la persecución y matanza de cristianos? Si creemos a Gibbon, los cristianos muertos por las persecuciones romanas llegarían únicamente a 4.000 en toda su historia, siendo 2.000 de ellos víctimas de la gran persecución de Diocleciano. Sin embargo, la tradición cristiana sigue asociando a Nerón al mismo demonio mientras olvida a Diocleciano. El mito es persistente.
2. Domiciano.
No se puede entender la persecución de Domiciano si no se conoce la historia de los Flavios. Vespasiano había accedido al poder, tras un interregno caótico, en medio de una campaña para reprimir la sublevación judía. Abandonó el asedio a Jerusalén dejando que su hijo Tito lo terminara. Tito consiguió finalmente entrar en Jerusalén, gracias más al caos interno entre los judíos que al propio asedio. Esto no terminó con la guerra ya que subsistieron otros núcleos de rebelión que fueron problemáticos durante años y que fueron sofocados durante el reinado de Tito. A la muerte de Tito, su hermano Domiciano accedió al poder y más tarde decretó la persecución de los judíos, lo que en la época incluía a los cristianos. Las razones de Domiciano eran básicamente tres. La primera, obviamente, tenía que ver con la inquina popular y de la propia familia Flavia a aquellos que tantos problemas les habían causado. La segunda, que quiso instaurar el culto al emperador y que por tanto chocaba con los cultos monoteístas. La tercera, el pago de impuestos al que los judíos se resistían.
Cuando se habla de “persecución”, la cultura popular tiende a imaginar a niños y mujeres muriendo bajo las garras de un león en el Coliseo romano. Sin embargo, el decreto de Domiciano se limitaba a evitar que los judíos (y por tanto los cristianos) ocuparan cargos de responsabilidad. En otros casos llegó a la confiscación de bienes y al destierro de la ciudad de Roma.
Y aquí tenemos un nuevo caso de un mito. La tradición cristiana afirma que la ejecución de Flavio Clemente fue debido a que era cristiano, sin embargo lo cierto es que Clemente era sobre todo primo del emperador y sucesor directo al trono, por lo que las razones para su asesinato fueron políticas. Las fuentes no cristianas hablan de una conspiración iniciada por Clemente para asesinar al emperador y acceder al trono, conspiración que se ve confirmada por la muerte de Domiciano un año después a instancias de su mujer Domicia. Sin embargo, la iglesia convirtió a Flavio en santo junto con su mujer Domitia, desterrada tras el proceso. Se confirma pues que el hecho de ser judío o cristiano no era necesariamente motivo de ejecución, pero sí lo era estar en la línea sucesoria al trono.
Por tanto, la segunda persecución a los cristianos, la de Domiciano no deja de ser otro mito. Domiciano no estaba interesado en los cristianos sino en los judíos; pero sobre todo estaba interesado en la recaudación de impuestos y en su perpetuación en el poder.
Pero, como digo, el mito es persistente.
3. Trajano.
Trajano fue uno de los grandes emperadores romanos. Unía a una clara visión de estado unas cualidades humanas que sólo se repitieron con Marco Aurelio. Por si eso fuera poco, Trajano era un gran comandante y un gobernante querido por el pueblo y por el Senado. Gracias a esto, el juicio de la historia ha sido muy benevolente con este emperador.
Uno de los problemas con los que Trajano tuvo que lidiar fue la negativa de los cristianos (ya no de los judíos, que se habían vuelto más acomodaticios tras la destrucción de Jerusalén) a rendir culto religioso al emperador. Por entonces, las acusaciones de infanticidio ritual ya habían cesado, en un esfuerzo de los propios cristianos por mostrar su culto (lo cual contradice por cierto la leyenda de que tenían que ocultarse). Por eso, Trajano le escribe al gobernador de Bitinia: “Los cristianos no han de ser perseguidos oficialmente. Pero si son denunciados y reconocidos culpables, se les debe condenar.”
Esta frase es legal y moralmente irreprochable. Lo que viene a decir es que no se condenará a nadie salvo que transgreda ostensiblemente la ley. Porque no hay que olvidar que el culto al emperador era obligado, y que no seguirlo era motivo de herejía y por tanto de condena. Como buen romano, su mentalidad le obligaba a hacer cumplir la ley.
Tampoco se tienen cifras exactas de los cristianos muertos durante el reinado de Trajano, aunque todos coinciden en que no pudieron ser más que unas pocas decenas. Los motivos, de nuevo, no tenían nada que ver con una supuesta superioridad moral cristiana: A los ojos de Trajano los cristianos simplemente incumplían una ley y se les castigaba por ello.
4. Caracalla, Septimio Severo y Decio.
Contra lo que dice la tradición cristiana, los reinados de Caracalla y Septimio Severo no fueron hostiles hacia el cristianismo. Marco Aurelio había seguido una política de tolerancia religiosa que cuadraba muy bien con su carácter y había evitado fricciones respecto al culto al emperador. Sin embargo, tanto Caracalla como Septimio Severo vieron clara la necesidad de basar su poder moral en su propia divinización, con lo que el conflicto volvió a cobrar vigor.
Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió más tarde, ni uno ni otro publicaron edicto alguno ni obligaron a ninguna demostración de fe pública como es el caso de Decio. Es cierto que hubo algunos “mártires” (como gusta llamar la iglesia), pero se produjeron más por el odio de la población y no estaban en absoluto promovidos por el Estado.
Es diferente el caso de Decio, que en un golpe de efecto obligó a todos los habitantes del Imperio a participar en un sacrificio a los dioses patrones de Roma. La consecuencia de no hacerlo era la deportación o incluso la muerte… y desde luego la confiscación de bienes, lo que venía muy bien a las arcas del Estado. Sin embargo, pocos fueron los “mártires” en este caso, la mayor parte de los cristianos prefirió o bien huir o bien participar en el sacrificio a pesar de sus creencias. Tampoco puede hablarse de una “persecución”, como puede verse, el culto no estuvo prohibido y la libertad religiosa era una norma general.
5. Maximinio y Valeriano.
El siglo III sumió al imperio romano en una gran crisis que ya se venía gestando desde hace largo tiempo. El desplazamiento de poder, la demostración clara que lo que hace un emperador es el apoyo de las tropas se hizo patente tras la dinastía de los Severos. Así, los asesinatos, las proclamaciones y las guerras civiles fueron el mecanismo para que los sucesivos emperadores subieron al poder, emperadores que a veces duraban tan sólo unos meses en el trono hasta que eran depuestos por su sucesor. Tal fue el caso de Emiliano, Salonino o Gordiano.
Es en este siglo convulso cuando se encuentran las primeras persecuciones verdaderas y sistemáticas. Los promotores fueron Maximinio, un emperador aquejado de gigantismo y a juzgar por las fuentes con las capacidades intelectuales bastante limitadas; y Valeriano, que quiso apropiarse de los bienes de la iglesia, que por entonces ya comenzaban a ser enormes.
Las causas de las persecuciones son complejas. Por una parte, uno de los resortes del poder era la concepción orientalista del trono, que exigía a los súbditos la adoración al emperador. Por otra, la iglesia comenzaba a convertirse en un poder fáctico y sobre todo económico muy importante. A esto debe añadirse el odio de la población, y lo poco que ayudaban los propios cristianos en favor de su imagen debido a sus luchas internas.
Porque no debe olvidarse que el cristianismo estaba en plena guerra interna en el siglo III. Las diferentes versiones del cristianismo luchaban por imponerse unas a otras (siendo las perdedoras consideradas “herejías” y las ganadoras “dogma”). Esta lucha, en principio ideológica, llegaba a extremos tales como la expulsión de Roma (como en el caso de Marción, por ejemplo). Estas luchas intestinas eran vistas por los seguidores de la religión tradicional con ironía y desagrado.
Las actas de los mártires y la mitificación de los hechos convirtiéndolos en historias ejemplares (uno de los mecanismos del origen del mito) son de esa época. La propia iglesia, consciente de su valor propagandístico, fomentaba el “registro” de los martirios para usarlos como herramienta evangelizadora.
6. Análisis de un caso de la martirología.
Para ejemplificar lo que quiero decir con una transformación en mito, analizaré únicamente un caso de la martirología: Santa Águeda.
Las actas de los mártires registran que durante el reinado de Decio vivía en Sicilia una mujer de gran belleza, de familia rica pero gran devota y que decidió dedicar su vida y su virginidad a Cristo. Movido por la belleza de la virgen y ayudado por el edicto de Decio que obligaba a un sacrificio público, el procónsul Quinciano intentó obligarla a acostarse con él. Águeda le rechaza repetidas veces, abundando las declaraciones de fe por parte de la futura santa, hasta que el procónsul la somete al martirio en venganza. El martirio consiste en arrancarle los pechos, tras lo que se le aparece Pedro y la sana. Águeda le hace durante el martirio una pregunta reveladora a Quinciano: “¿no te da vergüenza torturar el seno con el que te alimentaste de niño?”. Después, el procónsul la extiende desnuda en un lecho de brasas ardientes, lo que provoca la ira del pueblo y un terremoto. Asustado, el procónsul la libra del tormento y la devuelve al calabozo, donde muere. Esto sucedía en 251 según las actas. Poco después, intercede en una erupción del Etna salvando Catania, y a partir de ese momento es considerada santa, una santa que procura de los nacimientos, de la maternidad, de las lactantes con poca leche y protectora contra las erupciones volcánicas. Hasta aquí la tradición, ahora intentaremos analizarlo.
Lo primero que choca en esta historia es la historia de la erupción del Etna y la protección de la santa ante estos hechos. Investigando sólo un poco, vemos la identificación que se hacía en los pueblos antiguos entre un volcán y el seno materno. La analogía es clara: la forma del volcán, el magma que simula la leche hacen la identificación casi inevitable. El volcán es el pecho de la tierra, la lava es la leche que emana de la Terra Mater. Si la santa protege y controla la lactancia, es lógico que por extensión controle por tanto las erupciones volcánicas. Las brasas del martirio pueden verse como un énfasis sobre este aspecto.
La historia de la santa, por otra parte, es un claro modelo ejemplar: el rechazo de la concupiscencia, la fortaleza en la fe, la humildad a pesar de los dones de riquezas y belleza, la negativa a renunciar a su fe a pesar de los tormentos, y por último la recompensa final hacen de esta historia un ejemplo a explicar para enseñar las ideas que los cristianos querían enseñar a sus acólitos. Se trata de una construcción elaborada para mostrar además la perfidia del procónsul, la derrota moral que sufre con el terremoto. Un mito, por tanto, creado ex profeso para ser narrado y servir de ejemplo.
Pero quedémonos con una serie los elementos de la historia: los senos cortados, la desnudez y belleza de la santa, su patronazgo para la maternidad y la protección contra los volcanes. Si buscamos sólo un poco en la mitología, nos encontramos con Juno Lucina, aspecto de la diosa Juno / Hera. Veamos las analogías:
– Juno es esposa de Júpiter. Del matrimonio salen dos hijos, uno de ellos es Vulcano. Juno es por tanto la madre de la actividad volcánica.
– Juno es protectora de la maternidad, y con su epíteto Lucina lo es de los partos, de la lactancia materna y de las enfermedades de los pechos.
– A Juno se la representa siempre con los senos al descubierto, para acentuar su carácter de madre prototípica. Además, a Juno se la representa como una mujer extraordinariamente hermosa.
Tenemos por tanto ya todas las claves para descifrar el mito de Santa Águeda. Se trata de una adaptación / sustitución de la diosa Juno Lucina cuya historia está diseñada para ser usada como ejemplo y como herramienta propagandística.
7. Diocleciano.
La persecución de Diocleciano, de hecho la última, fue con mucho la más cruenta y sistemática. Según la historiografía actual, unos 2.000 cristianos perdieron la vida durante el reinado de este emperador y muchos otros fueron deportados o huyeron tras las fronteras del imperio.
Diocleciano heredó una situación de crisis generalizada en lo civil, económico y militar. Pocos años antes, Aureliano se había visto obligado a retirarse de Dacia en su guerra contra los godos, lo que significaba perder la explotación de las ricas minas de oro. En lo sucesivo, la recaudación se dirigió hacia el ciudadano aumentando la presión fiscal y ahogando toda posibilidad de recuperación económica. Diocleciano impulsó una serie de medidas que querían detener la descomposición del imperio, entre ellas la gleba: los ciudadanos quedaba sujetos en lo sucesivo a su oficio o a su tierra. En un asombroso gesto político, fundó la tetrarquía para posibilitar la defensa de las fronteras del Imperio y decretó su propia sucesión tras 20 años de reinado, lo que cumplió escrupulosamente.
En este marco de renovación, uno de los puntos del programa de Diocleciano era la recuperación de los valores tradicionales romanos, pese a que en realidad el emperador era en realidad dálmata. En este contexto, dictó numerosos decretos que intentaban una restauración de la vida familiar y de la religión tradicional.
A pesar de esto, en los tres primeros lustros de su reinado no tomó ninguna acción contra los cristianos. La situación cambió hacia el final de su reinado, cuando promulgó entre 303 y 304 cuatro edictos cuyo objetivo era la eliminación de los cristianos y de su iglesia. La ejecución de esta persecución fue sistemática e implacable, salvándose únicamente las provincias gobernadas por el co-césar y futuro corregente Constancio Cloro (es decir, las Galias y Britania). Diocleciano no se limitó únicamente a condenar a muerte a todos los cristianos que pudo, sino que además se dedicó a eliminar todo registro escrito, actuando como si de una “damnatio memoriae” se tratara.
Sin embargo, la persecución demostró su inutilidad sólo dos años después de comenzar, cuando Diocleciano dimitió junto con su corregente Maximiano. Sus sucesores, Galerio y Constancio Cloro, no insistieron en una persecución que sólo había conseguido las iras de la población y una difusión aún mayor de una doctrina con la que querían acabar.
8. Constantino.
Poco tiempo tuvo que pasar tras la persecución de Diocleciano hasta que el cristianismo pasó a ser una religión de estado con Constantino. Entre tanto, con Constancio Cloro y su corregente Galerio, se dictaron edictos para favorecer la tolerancia religiosa, diseñados específicamente para poner a los cristianos en igualdad de condiciones con los demás cultos. Ante un paganismo desorganizado que ya no creía en sus propias fuerzas, el cristianismo tuvo el camino fácil para ocupar puestos en la administración del Imperio.
Cuando Constantino accedió al poder, una de sus prioridades era poner orden en los asuntos religiosos. Constantino quería promover una religión que encajara con la manera de pensar que quería para sus súbditos, por eso sus intereses se centraron en las religiones monoteístas en que un gran señor dominara a sus creyentes con mano firme pero paternal. A un gobierno absolutista le tenía que acompañar una religión que siguiera el mismo modelo.
Los primeros ensayos de Constantino se basaron en el culto al Deus Sol Invictus. La elección le pareció acertada por muchas razones. En primer lugar, el propio Constantino era un adorador ferviente de este dios. En segundo, era una de las religiones con más seguidores en todo el Imperio, y además era compatible con otras tales como el culto a Mitra y con la mayor parte de las religiones paganas. De hecho, el Deus Sol Invictus había sido asociado con la monarquía desde ya hacía años, y lo siguió siendo aún después de Constantino. Así continuó hasta la prohibición de Teodosio.
El cristianismo encajaba también con esa “idea monárquica” de la religión, aunque tenía en contra la poca estabilidad de su doctrina y sus continuas luchas internas contra la herejía. A favor, tenía una gran organización jerarquizada y tener a muchos de sus seguidores en puestos de responsabilidad del Imperio. Finalmente, Constantino renunció a su propio dios y puso su mirada en el cristianismo. Pero antes, necesitaba cierta estabilidad en el seno de sus seguidores. Así, aconsejado por el obispo Osio, les forzó a convocar una reunión, un Consilium, para que pusieran orden en su propio dogma. La promesa subyacente era darles el poder si lo conseguían.
Todos conocen la historia. Tras el Concilio de Nicea, el cristianismo finalmente fue considerado una religión legítima gracias al Edicto de Milán. En un gesto que le define, el propio emperador se hizo bautizar a su muerte. El mensaje fue comprendido por sus seguidores: el cristianismo pasaba a ser la religión de los emperadores.
Esto ocurría en 325. Sólo 21 años después, un cristiano de renombre, Fírmico Materno, publicaba un manifiesto que se convirtió en una guía programática: “Del error de las religiones paganas”. En este manifiesto, animaba a los cristianos a destruir los templos paganos, fundir las estatuas de los templos y asesinar a cuantos paganos pudieran. Habían bastado poco más de 20 años para que el cristianismo pasara de perseguido a perseguidor.
9. Conclusiones.
Aunque existen otras, la fuente principal de la martirología cristiana son las Actas de los Mártires. En ellas se explican los tormentos por los que pasaron los diferentes mártires del cristianismo, casi siempre de un modo especialmente macabro y demasiado rico en detalles. La estructura del relato es básicamente la misma para todos los casos:
1) Un o una creyente ferviente, virtuoso, que no teme a la muerte y se enfrenta al poder,
2) al poder se le representa siempre corrupto, malvado y envidioso de la firmeza del creyente,
3) un tormento en el que se quiere que el creyente abjure, a lo que el creyente se niega; el tormento es descrito en detalle para dar mayor dramatismo a la historia,
4) una entrega o petición del creyente a Jesús,
5) un suceso milagroso que sucede durante o después del tormento,
6) el creyente es recompensado por la firmeza de su fe.
Esta estructura tan milimétrica nos lleva a dudar de la veracidad de los relatos, no tanto de las víctimas en sí. Es posible que tras muchas de las historias de mártires existan casos reales, pero lo que si resulta claro es que la narración ha sido adaptada para ser ejemplar. Lo hemos visto para el caso de Santa Águeda. De hecho, de creer las actas y los otros documentos apologéticos, puede parecer que el número de víctimas de las persecuciones fue mucho mayor de lo que en realidad fue. Se calcula que unas 4.000 víctimas perecieron durante las persecuciones, contra las decenas de miles que registra la Iglesia.
Otro punto a tener en cuenta es que estas persecuciones no fueron sólo contra cristianos. Mucho antes de que entraran en la historia, el decreto “De Bacchanalibus” condenaba a muchos fieles de Dionisos a la muerte. En 297, cuando el cristianismo era tolerado, los maniqueos fueron perseguidos implacablemente y condenados a la decapitación o la hoguera; y sólo un poco más tarde los donatistas sufrieron una suerte parecida. Por tanto, los cristianos no fueron ni mucho menos los únicos perseguidos. Lo eran aquellas religiones que resultaban molestas al poder imperial.
De creer el catecismo católico, hubo exactamente 10 persecuciones sangrientas: Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximino, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano. Hemos visto que esto es totalmente inexacto. Las verdaderas persecuciones comenzaron con Septimio Severo y sólo en el caso de Diocleciano alcanzaron una cobertura global.
Tampoco debe creerse el mito de que los cristianos necesitaran ocultarse, representado con el icono de las catacumbas. La realidad es que se documentan compras de tierras por comunidades cristianas en el siglo II, y se conservan documentos con procesos de comunidades cristianas en los tribunales romanos. En el mismo siglo, Justino regentaba una escuela cristiana pública en el centro de Roma. Queda claro que esa necesidad de ocultarse, que esa persecución por parte del Estado es un hecho puntual usado como arma de propaganda que los cristianos explotaron y siguen explotando.
Resumiendo, el número de mitos respecto a las persecuciones cristianas es enorme, aunque es innegable que se trata de un hecho histórico y documentado. Ni hubo tantas persecuciones como puede parecer, ni las víctimas fueron tantas, ni se puede seguir creyendo en esa imagen tan idílica de una comunidad de cristianos que reza en las catacumbas por estar perseguido por el pérfido romano.
3 comentarios:
lo cuestionable no es que si paso o no, o si fueron muchos o pocos, los cuestionable es que ellos mismo que supuestamente fueron perseguidos, una ves que tuvieron el poder, realizaron persecución contra cualquier pueblo que no fuese cristiano, contra los mismo cristianos que no aceptaban el canon de roma gonosis, cataros, ect.. y contra los indígenas. Es que no aprendieron hacer tolerantes después que ellos supuestamente fueron perseguidos, es no aprendieron nada de toda esa persecución y no vengan con el cuento que fue cosas política y no la iglesia, la iglesia apoyo la inquisición los papa la aplaudieron, tampoco m vengas que decir que solo los católicos porque los protestantes también realizaron persecución contra colquiera que no fuese con su canon, es que acaso las religiónes abramicas por su naturaleza son intolerantes desde el libro del exodo podemos ver la intolerancia abramica
Cuando se copia un texto ajeno hay que citar la fuente, de otro modo se considera plagio. El texto original es de Soliman El-Azir y puede encontrarse aquí: http://www.elaverno.net/?p=218
Insisto una vez más: o bien corriges la entrada citando al autor original o bien denunciaré el plagio a Blogger.
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