La autora es un musulmana
Cuando pienso en el cristianismo pienso en San Juan de la Cruz y en Jacob Boëhme, en Angela de Foligno y en el Maestro Eckhart, en Leonardo Boff y en Pere Casaldáliga. Pienso en todos aquellos que transitan en el camino de Jesús, en la medida de sus posibilidades, desde la conciencia de nuestra precariedad esencial y de nuestra dignidad radical como seres humanos creados y acabables. Cuando pienso en el cristianismo pienso en el Magnificat y en el Sermón de la Montaña, en la palabra airada y al mismo tiempo luminosa de Jesús, que la paz sea con él y todos sus seguidores.
Cuando pienso en el cristianismo no pienso ni en la Inquisición ni en la Iglesia ni en sus oscuras jerarquías. No pienso en Torquemada ni en los Reyes católicos y la persecución de judíos y de musulmanes, no me represento el cristianismo velado por ningún poder mundano. Pienso en el cristianismo como una de las grandes tradiciones sagradas de la humanidad, que ha dejado una herencia de luz y de conocimiento, que está guiando la vida de millones de personas.
Cuando pienso en el cristianismo no pienso en los misioneros enviados a evangelizar a todos los pueblos de la tierra, a imponer una doctrina única y totalizadora a los pueblos considerados inferiores, bajo el paraguas ideológico de la ilustración y bajo el paraguas militar del colonialismo. Cuando pienso en el cristianismo no pienso en la alianza de la religión y de la espada, en la larga historia de sufrimiento generada. No pienso en la esclavitud ni en las sucesivas matanzas de herejes a lo largo de los siglos. No pienso en las guerras de religión ni en las discusiones bizantinas sobre la naturaleza de Cristo y el filoque. Cuando pienso en el cristianismo pienso en las parábolas de Jesús de Nazaret, en su amor revolucionario por el prójimo, destructor de todo estatus quo y creador de nuevas relaciones, creador de una palabra común e integradora.
Cuando pienso en el cristianismo me doy perfecta cuenta de que los tiranos no tienen nada que ver con el mensaje de Jesús de Nazaret. No considero significativo para juzgar el cristianismo que Franco, Bush y Pinochet y tantos otros criminales se hayan declarado cristianos. Tampoco considero como definitorio del cristianismo el que san Bernardo de Claraval considerase que matar a no cristianos era una obra pía, y que quien matara a un musulmán o a un hereje no era un homicida, sino un malicida. Tomo estos datos como muestras de la capacidad del ser humano de manipular el mensaje profético y de engañarse, y no como una supuesta prueba de la conexión entre violencia y cristianismo.
Cuando pienso en el cristianismo no lo hago velado por cuestiones ajenas a la verdad del cristianismo, ajenas a la luz del cristianismo, a la sabiduría de una tradición maravillosa, que se ha manifestado en poesía, en arte, en pequeñas ermitas y en grandes catedrales, que se manifiesta en la música de Bach, de Monteverdi, de Charpentier, en la polifonía del Renacimiento y en el canto gregoriano. Cuando pienso en el cristianismo lo hago con esta música de fondo, tratando de captar el silencio sonoro de la luz detrás de toda música.
Cuando pienso en el cristianismo no pienso en el culto al Jesús crucificado, en la obsesión por la sangre derramada. Si existe una imagen de Jesús que siento cercana, sería la del Cristo andrógino e imberbe de la basílica de San Apolinar en Rávena, o en ese dibujito del Cristo clavado en un escorzo cósmico, pintado por Juan de la Cruz.
Cuando pienso en el cristianismo trato de no perder el tiempo en obtusas cuestiones teológicas, no pienso en la trinidad ni en la encarnación, ni en la transubstanciación de la carne. Cuando pienso en el cristianismo me viene a la mente la imagen de Jesús de Nazaret echando a los comerciantes del templo, llorando en una noche invertebrada. Cuando pienso en el cristianismo pienso en la veracidad de los evangelios, más allá de cuestiones filológicas. Pienso en el lenguaje de Jesús, y no en el lenguaje de los teólogos. Cuando Jesús llama Padre a Al-lâh expresa un vínculo amoroso, no sanguíneo, no carnal. Cuando afirma “quien me vea verá al Padre”, siento que está desafiando a los sacerdotes que han entronizado a Al-lâh en un trono de soberbia, separándolo del hombre mediante construcciones doctrinales. Esta diciendo algo que también nos enseña el Corán: “Miréis donde miréis allí veréis la Faz de Al-lâh”, y también: “Al-lâh está más cerca del ser humano que su vena yugular”. Pienso, de modo intuitivo, que Jesús simplemente nos enseña que Al-lâh no es ajeno al mundo. Al-lâh está en mí y en ti como está presente en todo lo creado. Esa es la sencillez de Jesús que me enamora, que me hace sentirme hermano de todos los cristianos que no tratan de apropiarse de Cristo, de entronizarlo y transformarlo en un instrumento de poder.
Cuando pienso en el cristianismo pienso en la religión en la cual fui bautizado, pero en la que no fui educado, sobre la que no recibí ninguna formación. Pienso en el rechazo que siempre he sentido hacia la institucionalización de los mensajes de los grandes maestros espirituales. Pienso en como fui inducido a confundir Iglesia y cristianismo, como si las pretensiones de representación de Dios tuviesen base alguna en las enseñanzas de Jesús. Reflexiono en las paradojas de mi vida, de como mi formación atea me alejó en un primer momento de comprender las raíces de mi propia cultura, pero de cómo a través de la espiritualidad atea me encontré con Al-lâh, la Unicidad de todo lo creado, y me predispuso a aceptar el islam como forma de vida. Y veo con sorpresa como el encuentro con el islam ha acabado reconciliando la espiritualidad atea con la figura profética de Jesús, y en último término me ha reconciliado con mi cultura de ciudadano europeo del siglo XXI, heredero de una tradición inmensa.
Cuando pienso en el cristianismo no pienso en abstracciones, sino en Francesc y Manuel y Xavier y Victorino. Recuerdo el día en que Ángela me explicó como Jesús le transformó la vida, como se rebeló contra todo dogmatismo y se abrió a la diversidad de religiones, como emanadas de la misma Fuente. Comparto esa experiencia, la hago mía. Siento como Jesús rompe las barreras y nos abre. Siento como Jesús se abre en mí como palabra luminosa, como anhelo de nuevas creaciones. Al pensar en Jesús en mi, me abro como hermano a todos los millones de personas que no conozco y que tratan de vivir sus vidas de acuerdo con las enseñanzas de Jesús. Un movimiento de resistencia ante la cosificación de la vida, ante la transformación del hombre en una mera fuerza de trabajo. La recuperación del ser humano como una criatura capaz de Al-lâh, compasionada con todo lo creado, capaz de amor y trascendencia.
Cuando pienso en el cristianismo, pienso en la importancia que los cristianos tuvieron en la vida de Muhámmad, que la oración y la bendición de Al-lâh sean sobre él. Pienso en el monje Bahira, quien reconoció a Muhámmad cuando era un niño. Pienso en Waraqa ibn Nawfal, quien entendió que quien había visitado a Muhámmad en la Noche del Destino fue el Ángel Gabriel, y así le ofreció un marco tradicional en el cual insertar una experiencia abrumadora. Pienso en ese cristiano que ofreció su huerto para refugiarse a Muhámmad, perseguido en Taif, un huerto en el cual Muhámmad vivió una experiencia radical, el total abandono a la voluntad de Al-lâh, la conciencia final de su absoluta mansedumbre. Pienso en los cristianos de Najran, a los cuales el profeta Muhámmad cedió la mezquita de Medina para realizar sus oraciones. Y deseo que todas las mezquitas del mundo se abran a los cristianos, siguiendo las enseñanzas de Muhámmad.
Cuando pienso en el cristianismo pienso en lo que dice el Corán sobre Jesús y los cristianos. Pienso en la mesa que desciende. Pienso en el yihad, en el versículo coránico que afirma que uno de los motivos por los cuales a los musulmanes se nos ha permitido combatir es la protección de monasterios y de iglesias. Pienso en el edicto del profeta Muhámmad sobre los monjes, en el cual afirma que quien ataque a un monje o un monasterio cristianos será enemigo personal de Muhámmad por los tiempos de los tiempos. Pienso en el hadiz en el cual Muhámmad afirma que, de todos los seres creados desde Adán, Jesús es el más cercano a él. Y pienso en el versículo coránico que incluye a los cristianos sinceros entre aquellos que serán salvados y accederán al paraíso. Pienso en el versículo que nos dice a los musulmanes que debemos creer en lo que ha sido revelado para Jesús, que la paz sea con él y todos sus seguidores.
Cuando pienso en el cristianismo pienso en la aleya del Corán en la cual se afirma que los discípulos de Jesús eran musulmanes. Los cristianos eran musulmanes, no en el sentido confesional del término, sino en el sentido de la palabra árabe “musulmanes”: creyentes que reconocían su sometimiento a la Voluntad de Al-lâh. Cuando el Corán dice que los discípulos de Jesús eran musulmanes solo está diciendo algo evidente: los cristianos son creyentes que se entregan conscientemente a Al-lâh, creador de los cielos y la tierra. No existe una frontera definitiva entre el cristianismo y el islam, sino que todas las religiones se hermanan en Al-lâh, su Origen indiviso.
Cuando pienso en el cristianismo acabo girándome hacia Al-lâh como origen y destino de todo lo creado, Fuente única de todas las grandes tradiciones de la humanidad. Y doy gracias a Al-lâh por haber creado tantos caminos hacia la misma Fuente, y me someto a su Mandato, desde mi condición de musulmán que trata de ver el Rostro de Al-lâh en todo lo creado. Al-hamdulil-lâhi Rabbi al-alamin. Alabado sea Dios, sustentador de todos los mundos. Amin.
1 comentario:
el ensayo es interesante porque muestra que el ser humano tiene necesidad de experiencias espirituales,incluidos los ateos,por eso es que se habla de espritualidad atea (andre comte sponville);pero el problema esta en que se confunde una apreciacion PANTEISTA con una vision islamica del fenomeno espiritual,la unicidad con el todo y la divinidad es anterior al cristianismo y al islamismo,incluso es mas oriental que afroeuropea.Esta es la debilidad del ensayo-Gena.
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