en el 2009 se cumple 40 años de la llegada del humano a la luna, los 100 años del natalicio de Darwin,51 años de la era espacial con el lanzamiento del spunik,El Año Internacional de la Astronomía,El Año Internacional del Aprendizaje,El Año Europeo de la Innovación y la Creatividad,El Año Internacional del Aprendizaje sobre los Derechos Humanos,El Año Internacional de la Reconciliación.
El desembarco lunar que estamos celebrando en estos días es un acontecimiento esencialmente humanista. Es un triunfo de hombres y mujeres por métodos eminentemente seculares, no místicos. Es indudable que tendrá repercusiones importantes en las actitudes religiosas de las masas. Como acontecimiento humanista es la culminación de un proceso de libre pensamiento e interés por "las cosas de este mundo" que empezó en el Renacimiento. El acto en cuestión da gloria a Dios, como predicadores de todas las confesiones nos han repetido en estos días, pero solo indirectamente, en cuanto que da gloria humana, imagen de Dios. El acto es religioso solo para una teología, por así decirlo, de segundo grado, pauta indispensable de toda religiosidad del futuro. Las religiones capaces de adaptarse a esta norma sobrevivirán; las que no lo sean, muy probablemente serán arrasadas de la faz de la Tierra.
El acontecimiento es el último toque de la crítica práctica a una religión materialista que supone a Dios en un cielo y al cielo ocupando un lugar determinado en el Universo. Para la religiosidad futura todo esto es lenguaje simbólico: Dios o el alma no ocupan lugar del Universo o del cuerpo, deben ser interpretados psíquica y no físicamente; y el cielo no es un pedazo de espacio sino un estado de la conciencia individual y cósmica.
El acontecimiento es el último toque de la crítica práctica a una religión mágica que supone que Dios interviene en la naturaleza y la historia, a las órdenes de un método místico caracterizado por la plegaria. La hazaña más portentosa de la historia no ha sido fruto de la oración, ni de un milagro, sino producto del esfuerzo humano a través de una rigurosa cadena de causas y efectos. La plegaria del futuro se distanciará radicalmente del conjuro interesado, y deberá ser una obra de dedicación de nuestro ser al bien de todos y un esfuerzo de sintonizarnos con el ritmo del Cosmos.
El acontecimiento es el último toque de la crítica práctica a una religión cerrada que supone al humano necesariamente circunscrito a límites que no puede traspasar, so pena de castigos y maldiciones, a la manera de las fronteras del huerto bíblico con el árbol de la ciencia del bien y del mal. Con esta hazaña ha desaparecido todo límite previsible o prefijado de lo que el humano sea capaz de hacer y se ha hecho ridícula y minúscula la dogmática de la "naturaleza humana"; los cánones del humano de ayer no pueden valer para el humano de mañana. La religiosidad del futuro en vez de ser catálogo de negaciones será intensa exploración de posibilidades, que diga a la ciencia y a la técnica lo que es viable y valioso para la expansión y superación del ser humano.
La religión de la era espacial, la religión cósmica, deberá ser humanista, no teísta ingenua; espiritual, no materialista. No mágica y negativa, sino abierta, positiva y racional.
Aunque a los ufólogos, conspiradores, religiosos dogmáticos y gente cerrada de mente le cueste aceptar y busquen pruebas que se caen ante un analice científico, si llegamos a la luna y no solo una ves si no 6 veces y el echo que hayan pasado casi 30 años sin hacer viaje a la luna no es que sea difícil, es que es muy costoso y no hay nada que valga la pena en la Luna, por eso nuestro objetivo es Marte y así lo será.
Un 16 de julio, pero de 1969, comenzaría la mayor odisea espacial de todos los tiempos: el despegue de la misión tripulada Apollo X, cuyo (exitoso) objetivo fue posarse en la superficie de la Luna. Es así como comienza a recordarse en todo el mundo una de las mayores hazañas tecnológicas de la Humanidad: la llegada del Humano a la Luna y el "salto gigantesco para la Humanidad" que significó aquella travesía. Se conmemora nada menos que el 40° aniversario de la Misión Apollo XI, la primera de seis que consiguieron posarse en la superficie de nuestro satélite con astronautas a bordo, y que nos dejarían un legado memorable a nivel histórico, e invaluable a nivel científico.
El viaje a la Luna tomó 4 días, durante los cuales los astronautas tuvieron el privilegio de ir más lejos de lo que cualquier otro ser humano haya podido aventurarse. Vieron a la Tierra hacerse cada vez más pequeña, mientras su trayectoria los aproximaba cada vez más a ponerse en órbita alrededor de nuestro único satélite natural. Apollo XI despegó desde Cabo Kennedy, en Florida (EE.UU.) a bordo de un gigastesco cohete Saturno V, y los nombres de los astronautas que hicieron historia, hoy permanecen imborrables en nuestra memoria: Neil Armstrong, el primero en pisar la superficie de la Luna; Edwin "Buzz" Aldrin, el segundo en caminar por nuestros satélite; y Michael Collins, quien habría de quedarse a bordo del Módulo de Mando "Columbia" mientras sus compañeros descendían a la superficie.
El aterrizaje en la superficie de la Luna se produjo el 20 de julio de 1969, en una zona lunar denominada "Mar de la Tranquilidad", a las 20:17 UT, a bordo del Módulo Lunar "Eagle". En la Luna, los astronautas procedieron a realizar diversos experimentos y caminatas, así como instalar experimentos científicos en el suelo lunar. La estancia en el satélite fue de 21 horas y 36 minutos, tras lo cual los Armstrong y Aldrin despegaron el 21 de julio, se unieron a Collins en el Módulo de Mando y retornaron a la Tierra, amarizando en el océano Pacífico el 24 de julio de 196, a las 16:50 UT. El resto ya es historia, así como las siguientes misiones Apollo hacia la Luna y los astronautas que le sucedieron: Apollo XII (Charles Conrad, Richard Gordon y Alan Bean), Apollo XIII (James Lovell, Jack Swigert y Fred Haise) [que no pudo aterrizar en la Luna y debió regresar por un fallo eléctrico], Apollo XIV (Alan Shepard, Edgar Mitchell, Stuart Roosa), Apollo XV (David Scott, James Irwin y Alfred Worden), Apollo XVI (John Young, Ken Mattingly y Charles Duke) y Apollo XVII(Eugene Cernan, Ronald Evans y Harrison Schmitt).
Aquí puedes encontrar una desmitificación de la supuesta falsedad de la llegada a la Luna, en un intento por aclarar este popular malentendido que se resiste a convencerse de que realmente logramos esta histórica hazaña.
La conspiración lunar ¡vaya timo!
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