“Mordí la manzana, comí del fruto prohibido y fui expulsado del paraíso”. En mi afán por buscar mejores argumentos para defender mis creencias me encontré con mucho más de lo que buscaba.
Siempre he creído que los que se pelean con Dios por alguna decepción, algún día volverán a el, aunque sea en otra religión. En cambio quienes dejamos la religión pacíficamente, por medio de la razón, no tenemos punto de retorno porque ya encontramos el paraíso. En mi caso es una biblioteca donde sirven vino tinto, pastelitos y donde la vida se construye de pequeños detalles cotidianos. Donde no existen pecados originales ni culpas eternas, tan solo actos con consecuencias y responsabilidades. Donde la meta no es un mundo libre de problemas y felicidad permanente, sino tan solo un mundo real y tangible, ni bueno ni malo y una mente lúcida y racional para adaptar el mundo a la logica, razon y filosofia.
Con una meta así de este tamaño dudo mucho que los que no formamos parte de alguna tradición tradicional seamos unos seres infelices y amargados. A los creyentes que dicen que llevamos una vida vacía y carente de sentido y que solo conocen el lado de la línea que va de la indiferencia al fanatismo, yo les pregunto: ¿Y cómo lo saben?
La gente imagina un Dios personal todopoderoso, omnisciente y absolutamente bondadoso, que responde plegarias y hace todo para que sus hijos, los seres humanos, tengan vidas buenas y logren la salvación.
No quiero extenderme mucho en la argumentación de la imposibilidad de esta idea, y las profundas contradicciones lógicas que ella carga, porque muchos otros artículos tratan sobre ello.
Primeramente, un ateo no cree en la existencia de divinidad alguna, simplemente porque no hay evidencia alguna y porque cualquier concepción de esta idea resulta absurda y llena de contradicciones y vacíos. Sin embargo, es Dios el concepto fundamental de cualquier religión occidental. En el concepto de Dios se basan todas las creencias religiosas y gracias a él se validan cosas como las que aparecen en la Biblia y otros libros sagrados. En estos textos se encuentra la supuesta palabra de Dios dirigida a los seres humanos. Esto no sería nada malo si en dichas escrituras no hubiera toda la serie de actos y comportamientos inmorales y brutales exhibidos por el personaje llamado Dios. Lo curioso es que luego el mismo personaje se contradice y se arrepiente de lo que ha dicho o ha hecho. Esto denota una carencia total de sabiduría absoluta y de poder absoluto, ya que significa que no sabe el futuro y que no prevé las consecuencias de lo que hace o dice.
La aceptación general de este Dios y de los dogmas presentes en la Biblia, sumado al hecho de que los creyentes en general consideran a la Biblia como un libro que contiene la base de la moralidad humana y muchas enseñanzas ejemplares (sin ser verdad), es el motivo por el cual los creyentes moderados proporcionan, sin querer, la base y el apoyo inconsciente a los grupos de fanáticos religiosos. La distinción entre ambos es a veces difícil de ver a simple vista. Los límites entre creencia moderada y fundamentalismo religioso, a veces son muy difusos y constituyen una cuesta resbaladiza.
Conclusión
La crítica a las religiones se basa en el perjuicio a la sociedad que ellas causan en materias diversas. Sus enseñanzas contribuyen a la ignorancia desde el momento que dichos dogmas rechazan la ciencia y la obtención de conocimiento por los seres humanos, catalogándola como algo imperfecto y que conduce a un camino erróneo. Para ellos, la Biblia es la única fuente de verdades absolutas e inmutables.
Por su parte, la crítica a la idea de la existencia de Dios, se basa en el hecho de que es la semilla de todo fundamentalismo y de toda posible malinterpretación de los fenómenos naturales, que van desde el mal entendimiento de la psique humana, hasta los orígenes de los seres vivos y del Universo.
La ciencia es una tarea que contribuye a aumentar el conocimiento humano del Universo, pero que se ve obstaculizada en cierta medida por dogmas retrógrados y obsoletos. Cuando la ciencia toca temas médicos o de índole meramente práctico, las religiones y los religiosos aceptan dicho conocimiento. Sin embargo, cuando la misma ciencia, con los mismos conocimientos integrados, toca temas más cercanos a nuestros orígenes y a la naturaleza de nuestro modo de pensar y nuestra posición en el Universo, esos mismos religiosos y esas mismas instituciones ponen el grito en el cielo. Lo que muchos no saben es que todos los conocimientos de la medicina clásica encajan perfectamente con el proceso evolutivo y son explicados perfectamente por el mismo proceso.
Esa actitud intolerante y contradictoria es la que impide el desarrollo del ser humano como individuo y el desarrollo y la evolución de nuestras sociedades.
Cuando eres un miembro fiel de alguna religión, no eres libre de usar tu propio juicio en lo que sea mejor para ti, para tu familia y la sociedad. Más bien, se espera que aplaces el juicio por el de otros que aseguran tener la autoridad sobrenatural. Y desde el momento en que ellos no ofrecen evidencia para avalar lo que dicen excepto su propia palabra, se te pide que evites usar tu propio intelecto en el proceso.
A lo largo de los siglos, muchos intentos han querido probar el basamento racional de la creencia sobrenatural. Todos han fallado. Los predicadores pueden todavía atraer clientes hacia sus argumentos simplones con aire de lógicos, del estilo: "¿como podría esto -el universo, la vida, la conciencia- haber surgido desde la nada?". Ellos les aseguran a sus oyentes que Dios lo hizo todo. Pero consideren lo absurdo del argumento: algo no puede surgir de la nada, y entonces debe provenir de Dios… que surge de la nada.
Últimamente, la creencia en una realidad indetectable y trascendente ha acabado en la fe antes que en la razón. Las iglesias han convencido a la mayor parte de la raza humana de creer en lo increíble, darle crédito a lo inverosímil, racionalizar lo irracional. Un ateo es alguien que no puede creer en algo que no tiene base racional, que es nada más que una fantasía y una delusión arrastrada desde la infancia ignorante y supersticiosa de la raza humana.
Los que invalidan la razón deberían considerar seriamente si discuten contra la razón con o sin ella; si es con razón, entonces están estableciendo el mismo principio que se afanan por destronar; pero, si discuten sin razón (lo que, a fin de ser coherentes con ellos mismos deben hacer), están fuera del alcance de la convicción racional y tampoco merecen una discusión racional.
No es dureza de corazón o pasiones malignas lo que conduce a ciertos individuos al ateísmo, sino más bien una escrupulosa honestidad intelectual.
En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire.
Dios" no es un concepto. En el mejor de los casos, uno podría afirmar que es un concepto en el sentido en el que un dramaturgo utiliza conceptos para crear personajes. Es un aislamiento de características reales del hombre combinadas con la proyección de características imposibles, irracionales, que no tiene nada que ver con la realidad -tales como "omnipotencia" y "omnisciencia". Más aún, ni siquiera se supone que Dios sea un concepto: Él es sui generis, de modo que nada relevante para el hombre ni para el resto de la naturaleza puede supuestamente, según los partidarios de ese punto de vista, ser aplicado a Dios. Un concepto ha de incluir dos o más concretos similares, y no hay nada que sea como Dios. Se supone que es único. Por lo tanto, por sus propios términos de plantear el problema, han sacado a Dios del campo de los conceptos. Y con toda propiedad, porque está fuera de la realidad.
Dios... un ser cuya única definición es que está más allá de la capacidad de la mente humana para ser comprendido.
¡Que el Dios que has inventado te perdone!.
Yo digo que ambos somos ateos. Yo sólo creo en un dios menos que tu. Cuando entiendas porqué tu descartas todos los otros posibles dioses, entonces entenderás porqué yo descarto el tuyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario